Ir al día, de frente.
Pasar por sus minutos con el mentón bien alto.
Jamás darle la espalda
aunque nos mire con desprecio
o escupa a nuestro paso por la acera.
Tomarle la distancia, buscar su punto débil.
Apretar bien los dientes
cuando nos golpee en los riñones.
Chillar si es necesario.
Evitar que su envergadura nos domine.
Decidir el momento del impacto
y descargar el golpe con todas nuestras fuerzas.
Y cuando el día esté, al fin, rendido
cogerle suavemente la cintura,
entrelazar sus dedos con los nuestros,
hurgar en sus rincones más promiscuos,
lamer una por una sus horas más sombrías.
Que nuestro olor impregne sus segundos.
Y estrujarle.
Estrujarle muy fuerte,
como se estruja a un niño recién recuperado
tras perderle de vista unos instantes
por los pasillos de una tienda.
5 comentarios:
Bonita imagen, Luismi, la de estrujar el día como se estruja a un niño reencontrado.
Lo mejor es no perderlo. No agredirlo. No sucumbir a su dureza ni tratar de lamerle nada.
Lo mejor es deslizarse sobre el lado mas suave de su piel, covencerlo y hacerlo tal como queríamos que fuese.
Te prodidigas poco, Luismi, pero cada poema tuyo es un espacio en el que detenerse largamente, con pausa para analizar cada uno de sus versos, masticarlos, digerirlos y extraer hasta la última gota de su esencia.
Enhorabuena, poetazo.
Es que hay días, luismi, que uno los estrangularía...aunque también hay otros para guardar en el bolsillo y tenerlos siempre a mano...Esto es lo que pasa con la mayoría de tus poemas. Que nos hacen andar mejor por la vida. Pensando.
Port
Dicen que la mejor defensa es un buen ataque. El problema es que yo no sé atacar y a veces, incluso me cuesta defender. Me guardaré este poema como vademécum para consultar en las horas sombrías.
Gracias por esta clase de defensa personal.
Besos y abrazos.
Intrusa bloggera quiere aprender a estrujar :)
Y si ese día no llega, ese, el de “estrujarle fuerte, como se estruja a un niño recién recuperado tras perderle de vista unos instantes por los pasillos de una tienda.”
Y si ese día se acurruca haciéndose un ovillo en el sillón de tus días, ese que se cose a tu sombra y siempre está ahí, o ese que se pega como un chicle en la suela del zapato… quizás cambiar de zapato… no sé, en fin a ver si lo pillo y lo estrujo.
Estaría guaiiiiiiiiiiiiii poder estrujarlo con mis manos :) :)
saludos
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