La justicia poética no existe,
quizá por esta causa se la ensalza o se la añora.
Pero no es justa la poesía,
no relata fielmente lo que ocurre,
siempre hay desequilibrio en la balanza de sus versos,
tiende a inclinarse a la mentira y la grandilocuencia,
es convenida y tendenciosa,
se deja seducir por el poeta,
plegándose sin más a sus dictados;
para obtener la fama
no duda en arrastrarse por los folios.
Padece además el gran defecto
de la impuntualidad,
solo aparece cuando y donde quiere:
incluso algunas veces se presenta
de improviso en medio de la noche
y nos pilla en pijama en pleno insomnio.
Para colmo nos roba la cartera
y a base de palabrería
nos funde los ahorros y nuestra identidad:
porque ya no podemos ser quien fuimos
después de haber pasado por sus brazos.
2 comentarios:
¡Que mala carrera hemos elegidos los hacedores de versos!.
Menos mal que tus poemas nos rescatan, de vez en cuando, y nos arrancan una medio sonrisa que no sabemos si es mueca de dolor o simpatía.
Ya lo creo. La media sonrisa debe ser por eso precisamente, mitad y mitad, de dolor y simpatía. Como nos sucede con la poesía.
un abrazo
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