En respuesta a la petición de un
lector (y sin que sirva de precedente), donde me instaba a explicar el poema
“La poda”, voy a intentar dar satisfacción a su curiosidad y, de paso,
destripar someramente el proceso de elaboración de un poema con un fuerte transfondo
psicológico.
Transcribo, en primer lugar, el texto
La
poda
Una lágrima de resina
ahorcada
del tajo en una rama:
degolló
la tijera su camino.
Incapaz
de volver,
ámbar
ahora.
De este corte es siempre
la
tristeza.
Arranque del poema
Surge el contenido de una visión harto
recurrente en quienes cuidamos arizónicas: una gota cristalizada de forma
ovalada (una lágrima de resina) adherida al punto de corte de una rama (ahorcada
del tajo en una rama) algunos meses después de haber sido podada (degolló la
tijera su camino); esta imagen se me adhiere y exige con insistencia ser
elaborada (uno solo sabe por qué esto sucede tiempo después de finalizado el
escrito; a veces, nunca es conocida la causa de dicha necesidad) Según van
transcurriendo los meses, la dureza de la gota cada vez más reseca de resina,
fuerza el poema.
La tristeza
En su crucial escrito Duelo y
melancolía, Freud analiza la diferencia entre estas afecciones del ánimo,
definiendo el duelo como la respuesta ante la pérdida de un objeto, mientras
que la melancolía se debe a una pérdida sin objeto. Si el objeto perdido en el duelo
es fácilmente discernible, el objeto perdido en la melancolía es desconocido.
La tristeza melancólica que puede desembocar en procesos depresivos severos,
queda explicada como la reacción ante una pérdida aunque no se sepa con
exactitud qué se he perdido. Si el dolor del duelo es consecuencia de la
desaparición de un ser querido, el dolor melancólico apunta a algo querido que
ha dejado de estar.
La incapacidad de elaborar dicha
pérdida (Incapaz de volver) y canalizar la libido —que en el caso que nos
compete correspondería a la savia en busca de otras ramas hacia las que
dirigirse para vitalizar el árbol— hacia un nuevo objeto sustituto, recambio
del que se ha perdido, hace que el sujeto quede a la espera, fijado a un objeto
desaparecido y por lo tanto inalcanzable, petrificado al borde de un precipicio
(ámbar ahora), del vacío dejado por el objeto ya inexistente que irrumpe en lo
real del cuerpo en forma de angustia, al no poder realizarse el trabajo
simbólico que permitiría una reorganización de los objetos pulsionales. Sin esta
recanalización, facilitada por el trabajo elaborativo, la tristeza se presentifica
dando cuenta de una pérdida en el ser del sujeto a la espera de ser tramitada.
El corte (De este corte es
siempre la tristeza) que separa al sujeto del objeto, escisión necesaria para
que el surgimiento de la subjetividad se posibilite, puede adquirir
connotaciones traumáticas cuando el sujeto no dispone de las herramientas
necesarias para procesar la ruptura. Los sucesivos momentos desde que el infans
nace hasta que alcanza la subjetividad y se hace cargo de su deseo, facilitan
que los procesos de pérdida se lleven a cabo con cierta naturalidad. Cuando se
carece de los instrumentos que permiten elaborar las separaciones —siempre con
algún grado de padecimiento— la tristeza puede empujar al sujeto hasta la
patología.
3 comentarios:
Desgranar un poema, sin duda sólo un experto puede hacerlo.
"Los procesos de pérdida se llevan a cabo con cierta naturalidad", siempre duele, pero en ocasiones todo parece se acomoda para la aceptación.
Me ha gustado conocer tu espacio caballero.
Un saludo
Querido Luismi, aquí Luisa, me encanta ese poema y me admira tu capacidad de explicación. Un beso, a ver si nos cruzamos cuando vaya a los "madriles".
Por supuesto. Avísame cuando vengas.
Un abrazo y gracias por tus palabras
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