Jamás confío en alguien sin ojeras,
esas dos alforjas violáceas de contenido líquido
en cuyo interior moran malos tragos.
Las personas sin ojeras no saben
de ocultar en el sótano del ojo
todo lo que no cabe en su mirada
amoratada, oscurecida.
No saben de los sinsabores,
de beberse las lágrimas para calmar la sed,
de llorar sin motivo
sin otra causa, simplemente, que ya no cabe más:
rebosa el recipiente
igual que los lavabos
de viejas cañerías.
No saben de ponerse a sollozar
sin justificación viendo la tele
o ante un atardecer a campo abierto.
Incluso algunas veces
despiertan con la almohada humedecida:
se aprovechan, las bolsas oculares,
para soltar el sobrepeso,
de la posición horizontal.
Por eso es tan insípida la gente sin ojeras:
porque no saben.
2 comentarios:
Me encantó escuchártela.
Si no te molesta, voy a compartirla en mi blog de poemas preferidos.
Un abrazo.
PD: Felices fiestas.
Muchas gracias Laura. Y felices fiestas para ti también.
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