Recostado en mi orilla
—en la otra, alguien lee un libro
o manosea un móvil—
percibo cómo el cauce arrastra objetos
en los que no deparo.
Hasta que un desgajado tronco sin raíces
que algún golpe del tiempo
ha echado a la corriente
me roba la mirada
con el tintinear de las monedas
en un vaso de plástico.
Una inaudible voz
calada hasta la médula de miedo
se pierde en el vagón a la deriva
entrechocando con las piernas de la gente.
1 comentario:
Bajar al metro, y mirar, es encontrarse con la realidad más cruda. El metro es la vida en estado puro....
Un beso, luismi.
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