Primera parte
Capítulo 1: Elección de campo
No se pierde la mirada en algo intrascendente. Esa colilla
de cigarro flotando en un charco con oleaje variable —según sea el número de
zapato que lo agite— no se ha entrometido en mi retina por mera casualidad. Este
charco a los pies de un banco de parque no secuestra la atención de un hombre
adulto hasta llegar a impedir que se entregue a sus nimias tareas cotidianas
sin una causa consistente. Aun ignoro lo que rige mi mirada, esa punta de
tabaco naufragada es capaz de sumergirme hasta lo más recóndito de sus
nicotínicas humedades.
Empiezan con posterioridad a brotar preguntas inconexas
como por qué este naufragio, por qué este ir y venir a merced de los caprichos
del viento, por qué este banco de madera un poco astillado, astillero, dique
seco. Por qué este patear parques y polideportivos, estrangulando las verjas
que circundan un campo de fútbol hasta que la rojez en los dedos o el hambre te
devuelve a una realidad de nevera vacía y talones entumecidos. En qué colilla
de charco he acabado convertido para proseguir la navegación por estos caminos
que acaban desembocando en un pueblo sin salida, sin más tripulación que una
corazonada, sin más velamen que una punzada. Qué patera sin timonel ni
combustible empujada por un rumor...
Tengo el gusto de comunicaros que el día 12 de junio entre las 17 y las 18 30, estaré firmando ejemplares de mi novela El ojeador en la caseta 312. Será un placer vernos por allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario