Ir muriendo, vivir es en esencia,
ver cómo se descuelga la jactancia
y se descascarilla la arrogancia;
sentir cómo aminora la potencia,
cómo se nos encoge la insolencia
y la imaginación se pone rancia.
Lo único que crece es la constancia
de esquivar a la muerte con violencia.
Clemencia suplicamos. Pero nada.
No hay quien detenga el curso de las cosas.
Solo escribir dilata la partida.
Pero la muerte enorme y obstinada
va volviendo las páginas mohosas
dejándonos la letra malherida.
2 comentarios:
Has dicho!y punto!me encanta!porque además lo leo y te escucho en mi cabeza recitandolo :)
Besos
has captado de lleno la cuestión del título.
un abrazo
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