Sigue suplicando a las
musas
para continuar con el
capricho de escribir
y espabilar así a la esperanza
para que ensanche
el más que estrecho
túnel de su noche
carente ya de estrella
sin un sol
que le alumbre.
Ya no sirven las
tablas que adquirió
de lanzar a los cuatro
vientos sus poemas,
abriéndose en canal
a las suertes
y palos de la rima
caída hoy en lago
negro.
El “callao”
que chillaba con sus versos
como también gritó Miguel
Hernández,
Rubén darío y Antonio Machado,
ha encallado en lacoma:
han naufragado sus delicias.
La prosperidad
que auguraba
fracasó —cual torero— con las ventas
(ni siquiera llegaron a ventilla);
el tribunal
de sabios no dio entrada:
sus escritos no entraron en la lista.
Embajadores de lo culto
apedrearon su lucero,
su vista alegre
ahora es turbia.
Le podéis ver en un pinar
o paseando entre acacias
leyendo un libro de Quevedo
o Tirso de Molina:
ambos con plaza e incluso con glorieta:
aspiración de quien no obtuvo gloria.
3 comentarios:
Querido Luismi:
Qué buenísimo poema: exactas las estaciones escogidas que le dan el justo sentido al poema (difícil equilibrio para salir airoso).
Enhorabuena. Me ha encantado.
Un fuerte abrazo,
Difícil empeño el tuyo, Luismi, pero como siempre has salido airoso. ¿Hay algún sitio donde tú no encuentres poesía? Me gusta.
Besos y abrazos.
Si como decís logro salir airoso es porque el metro asfixia.
Muchas gracias, Nines, Mari Carmen.
Besos
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