De tanto ir y venir, de los vaivenes,
de las subidas y bajadas,
del interminable ajetreo,
de no sentir jamás la soledad
entre sus numerosos
colegas de recinto…
De las dulces caricias de las manos curiosas,
de saberse el objeto más preciado,
continuo foco de atención…
Por imaginarse dueño del tiempo
el minúsculo grano mineral
llega a creer que es libre
encerrado en su reloj de arena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario