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CARDO BORRIQUERO

Los caminos certeros son mentira. De la ruta a la rutina no hay más que dos pasos y dos letras.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Explicación de un poema a petición de un lector anónimo.



En respuesta a la petición de un lector (y sin que sirva de precedente), donde me instaba a explicar el poema “La poda”, voy a intentar dar satisfacción a su curiosidad y, de paso, destripar someramente el proceso de elaboración de un poema con un fuerte transfondo psicológico.

Transcribo, en primer lugar, el texto


La poda

Una lágrima de resina
ahorcada del tajo en una rama:

degolló la tijera su camino.

Incapaz de volver,
ámbar ahora.

De este corte es siempre
                                                        la tristeza.


Arranque del poema

 Surge el contenido de una visión harto recurrente en quienes cuidamos arizónicas: una gota cristalizada de forma ovalada (una lágrima de resina) adherida al punto de corte de una rama (ahorcada del tajo en una rama) algunos meses después de haber sido podada (degolló la tijera su camino); esta imagen se me adhiere y exige con insistencia ser elaborada (uno solo sabe por qué esto sucede tiempo después de finalizado el escrito; a veces, nunca es conocida la causa de dicha necesidad) Según van transcurriendo los meses, la dureza de la gota cada vez más reseca de resina, fuerza el poema.

La tristeza

En su crucial escrito Duelo y melancolía, Freud analiza la diferencia entre estas afecciones del ánimo, definiendo el duelo como la respuesta ante la pérdida de un objeto, mientras que la melancolía se debe a una pérdida sin objeto. Si el objeto perdido en el duelo es fácilmente discernible, el objeto perdido en la melancolía es desconocido. La tristeza melancólica que puede desembocar en procesos depresivos severos, queda explicada como la reacción ante una pérdida aunque no se sepa con exactitud qué se he perdido. Si el dolor del duelo es consecuencia de la desaparición de un ser querido, el dolor melancólico apunta a algo querido que ha dejado de estar.

La incapacidad de elaborar dicha pérdida (Incapaz de volver) y canalizar la libido —que en el caso que nos compete correspondería a la savia en busca de otras ramas hacia las que dirigirse para vitalizar el árbol— hacia un nuevo objeto sustituto, recambio del que se ha perdido, hace que el sujeto quede a la espera, fijado a un objeto desaparecido y por lo tanto inalcanzable, petrificado al borde de un precipicio (ámbar ahora), del vacío dejado por el objeto ya inexistente que irrumpe en lo real del cuerpo en forma de angustia, al no poder realizarse el trabajo simbólico que permitiría una reorganización de los objetos pulsionales. Sin esta recanalización, facilitada por el trabajo elaborativo, la tristeza se presentifica dando cuenta de una pérdida en el ser del sujeto a la espera de ser tramitada.

El corte (De este corte es siempre la tristeza) que separa al sujeto del objeto, escisión necesaria para que el surgimiento de la subjetividad se posibilite, puede adquirir connotaciones traumáticas cuando el sujeto no dispone de las herramientas necesarias para procesar la ruptura. Los sucesivos momentos desde que el infans nace hasta que alcanza la subjetividad y se hace cargo de su deseo, facilitan que los procesos de pérdida se lleven a cabo con cierta naturalidad. Cuando se carece de los instrumentos que permiten elaborar las separaciones —siempre con algún grado de padecimiento— la tristeza puede empujar al sujeto hasta la patología.

3 comentarios:

Ame dijo...

Desgranar un poema, sin duda sólo un experto puede hacerlo.
"Los procesos de pérdida se llevan a cabo con cierta naturalidad", siempre duele, pero en ocasiones todo parece se acomoda para la aceptación.

Me ha gustado conocer tu espacio caballero.

Un saludo

Luisa Antolín dijo...

Querido Luismi, aquí Luisa, me encanta ese poema y me admira tu capacidad de explicación. Un beso, a ver si nos cruzamos cuando vaya a los "madriles".

Luis Miguel Rodrigo González dijo...

Por supuesto. Avísame cuando vengas.
Un abrazo y gracias por tus palabras