Cuando no cuaja nada
y cada copo de ilusión
se vuelve agua como nieve derretida
que pierde su blancura y consistencia
en los capós calientes de los coches,
quedando frustrada la posibilidad
de haber sido otro juego de los niños
—y ahora solo es gota,
charco,
humedad,
salpicadura.
Cuando lo planificado hace aguas
y mana con fluidez
hacia los desniveles de la calle
o sobre un parabrisas
cuyos dos brazos musculosos
expulsan con violencia hacia el asfalto
solo queda esperar
que un golpe de calor
haga que el líquido elemento
se eleve
hasta las nubes
nuevamente.
2 comentarios:
Qué interesante esta unión entre el estado de ánimo y el ciclo del agua. Me gusta esta transposición cíclica que implica confianza y esperanza.
Tu poesía, Luismi, siempre tan original y llena de imágenes.
Besos y abrazos.
Muchas gracias, Mari Carmen. Por suerte se nos viene encima el verano...
Un beso
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