Porque igual que en el piano
—imagínate un teclado
de al menos cuatro octavas—
el blanco asedia al negro,
lo supera, lo posterga, lo arrincona,
lo empuja hacia la caja de madera
—¿de resonancia o de difunto?—
y solo le consiente
un ínfimo lugar,
el de menor protagonismo,
inserto entre las notas naturales:
bemoles
como piedras
sostenidos
por el
hambre de futuro.
Pero gracias a estas notas diferentes,
oscuras y escondidas
la música resuena.
1 comentario:
Aunque existe un tipo de acordeón denominado concertina, que quizá alguien relacionó con el tipo de verja arriba mencionado, seguramente por su disposición en forma de muelle, he querido dejar volar la imaginación para inventar cuál pudo ser el proceso mental seguido por quien insertó tal nombre en este invento.
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